Programas Quindianos: Parte 1
Maravilla como en un territorio tan pequeño, Dios haya querido reunir tantos ambientes, climas, paisajes y donde el elemento que une esta divina diversidad sea la amabilidad, pulcritud y tesón de las gentes que allí destinó. Y es en esta Perla de Colombia, que nosotros los quindianos disfrutamos de programas sencillos, cercanos a la tierra y a nuestra cultura. A continuación les presentamos algunos de ellos.
1. Balsaje
Te lleva un jeep Willis modelo 54, o anterior, hasta el embarcadero, donde en una balsa de guaduas ingeniosamente amarradas, te deslizas lentamente en el encanto del rio “la Vieja” y vas bogando entre montes de Patasolas, guaduales susurrantes y vegas visitadas desde siempre por la batea del buscador de oro. Almuerzo de fiambre caliente envuelto en hoja de plátano, en un playón con un día lleno de sol, rio, paisaje y Quindío.
2. Paseo en Willis
No hay placer más grande en esta tierra que subirse a un jeep viejo, sencillo, pero orgulloso, cumplidor y recio como su chofer. Lo encuentras en la plaza de cualquier pueblo del Quindío, te subes atrás, ojala parado, con el poncho como cinturón de seguridad y un costal como airbag, y entonces empiezas a recibir el aire del paisaje quindiano que te trae el olor de los naranjos y de los cafetales. Al transitar por las veredas ves como este pequeño guerrero de la trocha se va llenando de la gente amable del campo, de sus bultos, sus gallinas y la remesa, y como, inexplicablemente, en la misma medida va creciendo para recibirlos. No hay nada más bello ni más quindiano.
3. Paseo de Río en Rioverde
Las aguas frías, tumultuosas y cristalinas que bajan desde la cordillera y del Alto del Oso, encuentran la tranquilidad al llegar al plan en el paraje de Rioverde y desde allí puedes encontrar varias opciones para entrar al Río y disfrutar sus charcos, sus playas, sus piedras. Allí, podrás revivir las sencillas épocas pasadas donde el paseo al Río, con sancocho y guaro era la mejor manera de pasar un día de sol, familia y amigos.
4. Plaza de Bolívar de Filandia
Llegas a esta plaza, epicentro de un pueblo primorosamente cuidado como todo lo quindiano, y si tienes hambre encuentras chorizos, mecato, fruta, y toda clase de parva (así le decimos aquí a los productos de panadería), pero también es el sitio para tomarse un café, sentarse bajo una sombrilla o en una banca del parque o en la escalas de la iglesia y ver pasar la vida de este pueblo que aún conserva el sabor del Quindío de antaño. Y si la nostalgia o la alegría de estar allí viviendo esta hermosura, te produce sed, basta con arrimarte a un café o a un bar y pedir un doble con cara de triple que te reconforte el corazón.
5. Circasia
Es el pueblo por excelencia y lo mejor es que no está muy reseñado en las guías turísticas tipo Lonely Planet, lo que nos permite vivirlo a los locales a precio local, con productos locales y con los más atentos propietarios también locales. Aquí un tinto es un tinto y no un “americano” y un pintadito es un pintadito y no un “latte” y a ningún mesero se le llena la boca diciendo “irish coffee” al ofrecerte un carajillo. El único problema que tiene Circasia es tener que escoger entre tantos sitios tan agradables, tanta comida, tanto café, tantas delicias. Es un pueblo vibrante, lleno de gente, de mesas en la calle, de sombrillas, con grandes peces centenarios que nadan en la pileta del parque bajo la mirada del libertador, y con una vida diurna y nocturna fácil y deliciosa. Para repetir una y otra vez.